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“Pepe” Soto: el invaluable legado de un amigo, colega y profesor


Es inusual que una persona toque de la misma manera tantas almas y en todas deje una huella de recuerdos y emociones, en la que la amistad, el compañerismo y el compromiso son transversales a quienes le conocieron.


Esa persona es José Soto Leiva, “Pepe”, “Pepito”. Un querido controlador de tránsito aéreo, que falleció hace algunas semanas tras una dura enfermedad que se prolongó por unos meses. Producto de la pandemia y de las medidas de confinamiento, no pudo ser despedido como sus amigos y colegas hubiesen querido; por ello, de manera espontánea surgió en muchos el deseo de hacer un homenaje a través de este artículo que recoge recuerdos, anécdotas y una semblanza de quien se convirtió en un hombre tan valorado, recordado y querido.


Su figura sobria, seria, siempre cuidada en el vestir y su presentación personal. Impecable peinado y bigote… su voz grave, serena y un estilo de locutor radial. Impresionaba en el primer contacto. “Todo un caballero” describe Juan Carlos Rojas, Jefe del Subdepartamento Servicios de Tránsito Aéreo.


Juan Carlos conoció a José en 1978, cuando egresó de la Escuela Técnica Aeronáutica (ETA) y se trasladó al entonces Aeropuerto de Pudahuel (hoy Comodoro Arturo Merino Benítez, AMB): “Él fue mi primer instructor en el periodo de habilitación. Mi primera impresión fue la de una persona muy compuesta … ese peinado tan ordenado.. muy preocupado y ordenado. Tenía muy bien estructurado todo, siempre anotaba en un cuaderno y tenía un diccionario técnico en inglés, adaptado a la realidad que tenía AMB. No era una persona que estuviese encima de uno, al contrario, te dejaba actuar. Era muy preocupado, la impresión de un caballero”.


“En ese tiempo- cuenta- era diferente, porque los controladores eran muy formales para vestir, por tanto, la imagen que él daba era la que uno necesitaba para esos tiempos”.

Esa imagen se complementaba con el cálido consejo que siempre estaba dispuesto a dar, como instructor, jefe, colega y amigo… allí estaba, entregando confianza, enseñando a ver detrás de cada error la oportunidad de aprender, de mejorar y de no empantanarse en detalles. Y, sobre todo, de ver en la vida lo esencial, lo que realmente nos enriquece como seres humanos.


Las descripciones se repiten en los testimonios de quienes lo conocieron, especialmente entre los controladores de tránsito aéreo con quienes compartió gran parte de sus 73 años de vida. En esos relatos está presente también quien fue su esposa, Martita, con quien se casó el 27 de noviembre de 1972, el mismo día que él cumplía sus 26 años. Una perfecta dupla de anfitriones acogedores, sociables y permanentemente dispuestos a recibir a los viajeros que llegaban hasta su hogar en Punta Arenas, junto a sus tres hijos.


El legado

Y era tal la pasión de “Pepe” por su profesión que , sin quererlo, la traspasó a uno de sus hijos, José Luis, quien hoy sigue su sendero en el Control de Tránsito Aéreo.

“Yo había estudiado algunas ingenierías, pero tomé la decisión de cambiar al control de tránsito aéreo… mi mamá no estaba muy contenta por los años que llevaba en ingeniería; pero, como veía que mi papá disfrutaba tanto con su carrera, pensé ¿puede que sea un buen camino para mí también?… y cuando se lo comuniqué a mi viejo, creo que hasta le salieron unas lágrimas… no recuerdo las palabras exactas, pero fue algo como muy bien hijo, creo que te voy a poder ayudar bastante, ya que vamos a ser colegas”, comparte con emoción José Luis.


Agrega: “A mi viejo lo vamos a recordar y a extrañar todos juntos… uno siente tristeza por la partida y alegría a la vez por lo que él logro… tanto en el ámbito profesional como humano. Él llegó al corazón de toda la gente y ése es el legado que deja definitivamente en mi corazón”.


“En mi viejo tuve un gran modelo a seguir y lo sigo teniendo. Mucha gente ha logrado ver eso en mi papá. Hay un curso completo de la Escuela Técnica Aeronáutica que le puso a mi viejo el apodo de “el padre”… creo que eso lo dice todo ¡Cómo no me voy a sentir orgulloso de él, de todas sus historias!” comenta José Luis, quien añade que uno de los legados de su papá para las nuevas generaciones es el concepto de la “disciplina, pero con cariño”.


“Pepe era una persona muy pausada, moderado, excelente profesional ¿Que había en él? Creo que su profundo concepto del buen compañero de trabajo, siempre dispuesto a cooperar, todo se podía solucionar, nunca lo vi magnificando alguna situación, (algo que se da en nuestra profesión). Él siempre fue una persona que se identificaba mucho por la actividad social y deportiva, organizaba eventos y actividades de las cuales disfrutábamos todos” recuerda uno de sus amigos más cercanos, Jesús Sánchez, con quien se conocieron en los 70 y cuya a amistad se fortaleció desde el ‘84, cuando coincidieron en el Centro de Control de Santiago.


“Gran hombre, gran colega, amigo de los amigos y un jugado” precisa el actual presidente del Colegio de Controladores de Tránsito Aéreo (Colegio ATC), Jorge Caro Gálvez.

“Era una persona muy especial, de esas que hoy se ven poco. Hoy vivimos en un mundo de individualismo, de ser para uno mismo, del exitismo…Pepe no era así”, afirma enfático Miguel Lobos, primer presidente del Colegio ATC y amigo muy cercano de José.


“Yo lo recuerdo como un tipo muy entretenido, bueno para organizar, para conversar, para hacer deportes… el mérito de Pepito, para mí, es que se le reconocieron sus virtudes estando vivo… y su principal virtud era ser muy buen amigo, además de sus cualidades profesionales. Solidario, preocupado por los demás, siempre disponible, sabías que siempre podías contar con él”, afirma Jaime Altamirano, Director del Colegio ATC.


“Lo recuerdo siempre aterrizando los problemas en el sentido de que si hay situaciones que no tienen mucha solución, lo que uno puede hacer es tomarlo de la mejor forma y no hacerse caldo de cabeza… esa era su filosofía…vivir lo mejor que se pueda… riamos, no nos tomemos todo tan en serio. Siempre ponía por encima la parte humana, privilegiando a las personas sobre cualquier otra cosa”, explica Nicolás Carrera, Director del Colegio.


Coincide con Nicolás, el hijo de José – José Luis- respecto a la importancia que le asignaba al factor humano, porque “pensaba que era muy importante tener una buena relación con sus pares, porque eso llevaba a que el equipo de trabajo funcionara mejor. Él lo consideraba así y no se equivocaba”.


Labor gremial

José también se dio tiempo para desarrollar actividad gremial. Es uno de los fundadores del Colegio de Controladores de Tránsito Aéreo y junto a un grupo liderado por Miguel Lobos se integró al primer directorio, como estrecho colaborador y también se destacó como representante de Punta Arenas, incluso después de su retiro.

Con Miguel se conocieron e hicieron amigos en 1968 en la Universidad Técnica del Estado que, en ese entonces, impartía la carrera de Control de Tránsito Aéreo en alianza con la Fuerza Aérea de Chile.


“Estuve cinco años como presidente y recibí de Pepe una colaboración enorme. Él era un gran colaborador, un fiel representante del colegio que se estaba formando”, afirma Miguel.

En 1999 el Colegio organizó una conferencia internacional a la que asistieron representantes de más de 70 países. El expresidente menciona que José viajó a Santiago para apoyar la organización, transformándose en un personaje clave para el evento, como siempre lo era cada vez que se comprometía con algo y a su estilo de hacer “una cosa poca” (una de sus frases más recordadas y que finalmente daba cuenta de algo que, precisamente, no sería tan mínimo, según recuerdan entre risas algunos de sus amigos).

En el ámbito de su actividad gremial, destaca la recuperación de la “asignación por la especialidad nociva” gracias a la presentación que lideró frente a la Contraloría General de la República, en los años 90.


El actual presidente del Colegio, Jorge Caro Gálvez, precisa que “hablar de José Soto Leiva es recordar a quien representa todo lo que admiramos de un controlador de tránsito aéreo. Tuvimos la posibilidad de estar con él durante mucho tiempo y más allá de sus dotes personales, que fácilmente podríamos invocar, es en nuestro rol al frente de nuestra profesión lo que debemos testificar”.


“Desde el primer directorio del Colegio, Pepe fue un gran Director, comprometido y dispuesto a dar por su profesión el mayor de los esfuerzos. Por sus venas siempre corrió Tránsito aéreo, ocupó cargos de Director y representante varias veces durante su vida, incluso en el último periodo como representante de Punta Arenas, mientras ya no ejercía la función dentro de la Dirección, frente al micrófono y la pantalla. Muchos lo recordamos como un gran ser humano, cercano y en quien siempre te podías apoyar”, destaca el timonel del gremio.


Añade que José desarrolló también “una etapa importante formando nuevas generaciones, en la cual tuvo la oportunidad de compartir no solo su conocimiento sino su forma de vida y entregando esa mística que en algunos casos puede ser un mito, pero en el caso de Pepe se hacía carne y real”.


El formador

Uno de los que tuvo la suerte de contar con “Pepe” como profesor jefe es Marcelo Voisin, quien formó parte de un curso básico (1989) que muchos recuerdan como un grupo especial, algo rebelde y desafiante.


“Tenía cara de muy serio, pero era cercano y daba confianza” recuerda. Como profesor jefe siempre los apoyó, a pesar de las dificultades que tuvieron por ciertas indisciplinas.

“En la ETA fuimos un curso bastante rebelde y él 'aponchó', estuvo con nosotros, con el pecho a las balas dando la cara por todas las locuras e irresponsabilidades que cometimos. Incluso nos habían negado la graduación. Al final salimos como un curso normal”, precisa Marcelo, reconociendo en José el guía y protector que logró atenuar las recriminaciones y posibles sanciones.


René Silva, Director actual en el colegio, también tuvo a José como profesor en un curso de perfeccionamiento y recalca que siempre fue un referente en el área de formación de la ETA, tanto en los cursos de formación como en los de perfeccionamiento.

“Este homenaje que hacemos a Pepe nace desde el corazón. Era un colega muy querido, todos lo queríamos. Era una persona entregada , jugada por la carrera, por el gremio… de esas personas que ponen empeño a las cosas. Después de su retiro era también un activo participante del Circulo de Controladores Aéreos en Retiro, CICTAR”, precisa.


Su pasión por el fútbol

Jaime Altamirano además de compartir con José como colega en tránsito aéreo, también lo hizo en el deporte, específicamente en el fútbol, una de las pasiones de “Pepe”. Rememora que en la cancha afloraba la intensidad de José, donde era un fiero guerrero tras el balón.


Entre sonrisas algunos de sus amigos señalan que en el único lugar que parecía alterarse era en una cancha. Y era mejor tenerlo en el equipo de uno que en el contrario porque iba con todo en contra de la defensa del oponente.


“Había que tener mucho miedo de enfrentarse a Pepito en la parte defensiva. Se transformaba jugando futbol, no admitía que uno no metiera la pata… jajaja”, cuenta su amigo Miguel Lobos.


Jesús Sánchez recuerda que 1987 “un grupo de 12 Controladores partimos a Mendoza a un encuentro con nuestros colegas ATC del otro lado de la cordillera, evento social y deportivo. No recuerdo muy bien cuál fue el resultado del partido de fútbol si 1 a 1 o quizás perdimos 2 a 1, pero lo más bonito fue que Pepito les hizo un gol olímpico… nuestros hermanos argentinos no lo podían creer”.


Las cofradías y los amigos

No hay duda, José era un aglutinador. Un líder nato que sabía cómo reunir y agrupar a las personas con intereses comunes para reencontrarse desde lo humano, construyendo lazos reales.

“Él disfrutaba de varios grupos: la cofradía de Punta Arenas, la Hermandad de la Garrafa, el grupo con sus amigos Miguel, Jesús y Alberto… distintas instancias. Tenía además un grupo fuera de los controladores… Sin duda, contaba con un gran grupo de amistades y en todas partes era muy querido”, precisa Juan Carlos Rojas.


Alberto Schweitz, quien junto a Jesús y Miguel se reunía con José cada vez que éste viajaba a Santiago, cuenta que se conocieron en el trabajo, en el año 76 o 77 cuando llegó a Antofagasta.


“Yo de nombre lo conocía, se decía que era una buena persona. Trabajamos por lo menos 20 años juntos, con algunas intermitencias, porque él se fue a Punta Arenas y después volvió; pero siempre estuvimos en contacto. Además, yo creo que las amistades se forjan cuando las familias se mezclan, y logramos hacer una muy buena amistad entre nuestras familias. Hubo una coincidencia muy buena: el mismo día de su cumpleaños (27 de noviembre) cumplían años mi esposa y la señora de Miguel Lobos. Así que nos reuníamos muchas veces a celebrar los cumpleaños de manera conjunta, incluso fuimos a Punta Arenas”.


“Pepito era especial siempre hablaba de “hacer una cosa poca” pero una cosita poca nunca era poca”, agrega sonriendo Alberto.


Con esa misma alegría y entusiasmo lo recuerda Jesús Sánchez: “Además de ser colegas, éramos muy buenos amigos y compartimos muchos momentos familiares con nuestras esposas e hijos. Fiestas donde Pepe destacaba como bailarín de lambada con Martita… Me parece estar viéndolo siempre elegante, pelo bien engominado”.


“En los tiempos difíciles que se vivían, de tipo económico, él era un tipo solidario y colaborador. Cuando llegaron tiempos mejores festejamos y en esa parte era muy activo y emprendedor, siempre llegaba de los primeros y era de los últimos en irse”, comenta.


Los 14 integrantes de la “Hermandad de la Garrafa” solían reunirse en el restaurante la Unión Fraternal, la UF, que por cierto ya no existe. Una vez al mes era la cita, según recuerda uno de sus integrantes y también actual Director del colegio, Nicolás Carrera. Eran jornadas de entretenidas conversaciones y veladas inolvidables que, lamentablemente, se han ido diluyendo con los años.


Punta Arenas

Si bien José nació y vivió su infancia y juventud en Santiago, su corazón se lo robó Punta Arenas, donde finalmente hizo su vida, junto a su familia.


Jesús Sánchez cuenta que José le habló muchas veces de que al terminar su carrera quería radicarse en Punta Arenas. “Con el tiempo se le dieron las cosas. Compró una parcela, construyó unas cabañas para turismo… eso era lo que él decía, pero yo creo que era para atender a sus amigos y familiares. Compartía esa experiencia conmigo por el hecho que yo soy de allá”.


Y así como Punta Arenas le robó el corazón, él hizo lo mismo con quienes le conocieron, fuera y dentro del mundo aeronáutico.


En esta ocasión, un homenaje de sus amigos y colegas controladores de tránsito aéreo, en este intento de construir una sencilla y acotada semblanza de quien será recordado como un gran hombre, un gran amigo, un gran formador, un gran padre y un representante fiel de la mística de los controladores de tránsito aéreo.


Les invitamos a dejar un mensaje, o su recuerdo sobre José Soto Leiva, y así hacer extensivo este homenaje a todos y todas quienes le conocieron.

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